Me asustan las invisibles manos que me agarran surgiendo de
un frío lago de ojos que no hablan.
Su espeso sofoco me invita a bailar desmemoriado sobre el
brillante mármol del suicidio. No siento el calor de sus erizadas manchas. Su
viscosidad se esconde en el rincón más
lejano de la noche más oscura. Mirando al vacío. Leyendo en frágiles líneas que
mueren agotadas bajo mis pestañas.
El misterio se encarna en mis escalofríos mordiendo por no
encontraros entre sus sábanas negras. Espíritus habitando en los sollozos de mis
laberintos. Velando mis colmenas.
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